Hay momentos en la vida en que pasar a formar parte de la historia es cuestión de acontecimientos. Pareciera que está al alcance de los dedos, de cualquiera, de todos, pero en el fondo, sólo está disponible a unos pocos privilegiados. Elegidos. Afortunados. Momentos en que ves discurrir las arenas del tiempo entre los dedos como un niño jugando en la playa, construyendo el castillo de arena de su propia vida… de nuestras propias vidas. Nos remontamos en el tiempo y en su inmensidad plena, en su composición infinita de acontecimientos que marcan el reloj de nuestra existencia, queramos o no, para bien o para mal, forjando nuestro carácter a golpe férreo de entereza y personalidad; cincelando nuestro ser con la erosión necesaria de las etapas ingratamente denominadas “malas”, y puliendo nuestras almas con la caricia suave de los “buenos” momentos.
Despertad. No hay malos ni buenos momentos. Son momentos, y de cada uno de nosotros depende la categoría con lo que lo clasifiquemos. Pero atended: tenéis delante de vosotros el control supremo sobre vuestras vidas; entonces, por qué conformarnos simplemente con tachar de malos aquellos que no nos gustaron? En lugar de ello, estamos en la obligación de saberlos disfrutar,… y agradecer, porque no olvidéis que hemos sido, somos y seguiremos siendo unos privilegiados, por ser lo que somos, y estar donde estamos.
Han sido un puñadito de años, ni muchos ni pocos, pero sí un puñado bien apretadito de momentos, recogidos, acurrucados, como cuando un niño quiere recoger agua en el cuenco de sus manos y BEBER; beberse la vida a sorbitos, muy despacio, despacito, sin prisas, paladeando cada traguito, saboreando cada bocanada de viento, y de aire. De NOSOTROS, porque al fin y al cabo es lo que nos llena, nuestro AIRE. Respiramos las ganas de ser nosotros mismos, sin tener que preocuparnos por superar tabúes ajenamente impuestos por nuestro pasado. Estamos llamados a liberarnos de las pegajosas reticencias anteriores a nosotros, obstáculos férreos a nuestra integridad. A SER nosotros mismos, y no conglomerados prefabricados de células e ideas ajenas, como si tuviéramos que resarcir batallas pasadas ajenas.
Por eso mismo somos PELICANEROS. Porque en este piso, en este nido, hemos encontrado la razón de ser de nuestra existencia: ser LIBRES, y aprender a querernos como tal, en LIBERTAD. Con un futuro por delante prometedor: el que nos construimos día a día, basado en nuestros sueños, desde la humildad y la sencillez de querer SEGUIR siendo felices, SIEMPRE. Y sabiendo siempre que aunque cambiemos de nido, seguiremos volando… alto, muy alto, desde donde poder contemplar y sentirnos orgullosos por lo que somos, y agradecidos por los que nos ayudaron a conseguirlo, siempre.
Y porque somos aves rapassses, estamos llamados a seguir volando en nuestros sueños, para vivir amando en nuestras vidas. Cada vez que pasemos por delante de este piso, o cada vez que recordemos esta casa, por muy lejos que estemos, no debemos sentirnos tristes: debemos LLORAR de alegría, por haber sido tan dichosos de encontrarnos y de habernos hecho FUERTES en nosotros y en cada uno, aprendiendo de todos a cada momento. Porque todos llevamos algún momento muy especial en aquel rinconcito de nuestro corazón donde guardamos con mucho cuidado los recuerdos más bonitos. Cerrad los ojos por unos instantes. Cerradlos! Y ahora daos las manos. Ahora concentraos en vosotros mismos y buscad: cuál es ése momento especial? Id compartiéndolo con todos uno por uno, con los ojos cerrados…
Y ahora abridlos y miraos unos a otros. Ha sido REAL, y lo seguirá siendo, y mucho más… porque PELICANEROS SOMOS, Y EN EL CAMINITO NOS ENCONTRAREMOS… SIEMPRE